miércoles, 22 de abril de 2015

LA MAMADA DEL SIGLO: secretos de la felación


"¿Puedes hacerme la mamada del siglo?, pagaré lo que me pidas si eres capaz de hacerlo". La preguntita del cliente me ha curado la resaca de sopetón. Ojerosa y con un dolor de cabeza de mil demonios, he respondido mecánicamente al teléfono, pues tenía planeado tomarme el día libre, después de una noche de sexo en grupo regada generosamente con alcohol. Mi respuesta es automática e impulsiva: "esta zorra puede vaciarte de leche con sólo mirarte la polla".

Camino de la ducha, un café y dos aspirinas después, aún le doy vueltas a la conversación que acabo de mantener. He chupado todas las variantes de verga que existen: blancas, negras y amarillas, estándar, microscópicas y monstruosamente grandes, erectas como mástiles y fláccidas como un flan. Y siempre con resultado muy satisfactorio. No debo preocuparme, el reto está superado.





Mientras el chorro de agua deliciosamente caliente acaricia mi piel, me viene a la mente la película Garganta profunda, aquel clásico porno de los años setenta, toda una lección de técnica sexual avanzada. Excitada por las imágenes evocadas y por la calidez del vapor de agua, deslizo mi mano hacia mi sexo, donde ya asoma el clítoris salvajemente enardecido y hambriento. Echo la cabeza atrás, entrecerrando los ojos, embargada por el placer me produce el masajeo del clítoris, acompasado con el magreo y los pellizcos a mis pezones, duros como el granito.




Enfundada en un ajustado vestido de cuero negro, botas de charol de tacón alto y bolso a juego, desciendo del taxi que me ha llevado hasta la dirección indicada por el cliente. Noto cómo el taxista me desnuda con la mirada, y leo en sus ojos un deseo lujurioso que no se puede permitir pagar. Unos metros más allá se extienden los magníficos jardines de un parque de la ciudad; desenfundo la cámara e inmortalizo el escenario de la "mamada del siglo".




Sentado en un banco de piedra, un hombre juguetea con su teléfono móvil. Levanta la cabeza, y al verme sonríe. Es él. Camino hasta su lado, y le pregunto: "¿esperas a alguien?". "¿Eres Irma?", me interroga él a su vez. Hechas las presentaciones, voy directa al grano: "serán 150 euros más el taxi, ¿ok?". El cliente asiente. "Pues vámonos ya, mi tiempo es oro; ¿a un hotel o a tu casa?". "Ni a un sitio ni a otro; lo quiero aquí, en el parque. ¿Es eso un problema para ti?". Me lo pienso unos segundos. Disfruto con cualquier actividad sexual sea la que sea, incluido el sexo en público, pero el trabajo es el trabajo. "Eso sube el precio, serán 300 más el taxi; ¿es eso un problema para ti?". El hombre vuelve a sonreír, abre la cartera y me alarga 400 euros en billetes grandes.





Resguardados en un bosquecillo de bambús, me pongo a la faena. Le miro fijamente a los ojos, y él me mantiene la mirada, escrutándome. Me aproximo hasta rozar su cuerpo y notar su miembro sobre mi coño. Le agarro firmemente el culo con ambas manos, y le atraigo hacia mí. Mi mirada ahora es el de una perra en celo en busca de macho. Desciendo lentamente hasta ponerme de rodillas, sin dejar de frotarme contra su polla, ya erecta, y sin dejar de mirarle a los ojos. En un movimiento rápido le desabrocho el cinturón, le bajo los pantalones y le muestro mis pechos, que contoneo suavemente. Mis manos le agarran el pene por la base y los testículos, delicadamente, y empiezo a besar y lamer su escroto de abajo arriba, rítmicamente. Poco a poco subo hacia el pene, recorriéndolo de abajo arriba con la lengua, mientras la otra mano se me va de los huevos hacia atrás, rozando su ano. Le noto estremecerse: le gusta, ahí tengo mucho a ganar.




Introduzco la cabeza de su polla en mi boca a la vez que le meto un dedo por el ano, sin parar hasta notar que me roza la garganta y que mi dedo está completamente dentro. Mi cliente gime con creciente excitación, empezando a mover rítmicamente las caderas, follándome la boca y agarrándome un pecho. Convertida mi boca en una vagina, siento cerca el desenlace. Explota aullando como un poseso mientras inunda mi boca con su leche. Me mira con ojos desorbitados mientras engullo, complaciente, su semen.

Nos vestimos a la carrera. Su aullido salvaje ha llamado la atención de dos ancianitas que pasaban por allí, y que gesticulan mientras nos miran escandalizadas. Mi cliente me arrea un beso y me susurra al oído: "sin duda, la mejor mamada de mi vida".

De vuelta a casa, me dejo caer sobre la cama y caigo rendida en un profundo y reparador sueño.





8 comentarios:

  1. Muy buen relato o fantacia cual esla realidad

    ResponderEliminar
  2. La de las fotos sos vos realmente?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, queridos:

      Disculpad el retraso en contestar, y mil gracias por visitar el blog y leer mis relatos. Las vivencias que recojo en todas las entradas proceden de experiencias directas, tal y como las he sentido y de la forma en que las recuerdo. Respecto a las fotografías, aparezco en algunas de ellas, y otras son colaboraciones que se adecuan a la situación que describo.

      Un besazo a los dos.

      Eliminar
  3. Te diré cuál es el secreto de la felación desde el punto de vista de un hombre sumiso. En primer lugar, hacerla uno a ella. Nada de comecoños. Lamecoños. He encontrado que las chicas dominantes son muy sensibles a lametoncitos de perrito en el clítoris. Frente a las gorditas sumisas que gozan con mordisquillos en los labios. Desde la óptica del felado, y cuando ella te lo hace a tí, los sumisos gozamos mucho con el abandono del pene para el chupetón testicular. Como una loba directo a las criadillas, retenerlas de un chupetón traccionando y soltarlas de golpe. Lo que te lleva a la religión ( " Dioosss!!!..."). Preferimos, cuando se trata de pene, recibir dientes y mordisquitos. Sobre todo en plan " flauta travesera". No mamadita, sino " comidita". Lo mismo que las gordis con los canis. Aunque en general, en material oral, el hombre sumiso prefiere dar que recibir. Si al final completamos con una buena meada encima tuyo para " marcar territorio". De ese modo la leona queda plenamente satisfecha. In situ. En el mismo lugar en donde se haya forniciado al cordero. Joer niña!. Que puta pena que haya tanta julandrona por salir todavía del carromato...

    ResponderEliminar
  4. Cuando una hembra dominante se la ha metida en la boca me lo ha hecho por las bravas, de sorpresa, un meter por sacar y con una sonrisa de " qué mala soy". Te juro que esas " felaciones profundas" solitarias, inesperadas y casi como el que no quiere la cosa, como rehusando para luego volver a las criadillas, me han puesto a cinco mil. Una mujer dominante es una mujer que es demasiado mujer para ser mujer.

    ResponderEliminar
  5. Mi primera mamada fue en cambio en el rol clásico de dominante. Era un 1 de Enero y yo estaba de camino a un Cotillón. Me subí a unas escaleras de un estadio de fútbol y una gitanilla pequeñaja bien maquillada se me agarró de la cintura en plan cariñoso. Me lamió el capullo, me puso duro y se la metió hasta los morritos. Yo me corrí mirando a la Luna como un niño. En la fiesta estaban los amigotes con la guasa de que estaban " mamándose" en alcohol. Pero yo sí que estaba ya bien mamado. Al dia siguiente me busqué a otra profesional. Una canija cuarentona bien conservada que se puso a lamerme la punta del capullo con la punta de la lengua mientras, de modo bastante artificial y hasta grotesco - pero sugestivo- hacía un sonido como chascando. Me salió rápido la corrida y me dijo: "niño, otro cliente como tú y hago la mañana". Y la hizo, pero conmigo. Fue una Navidad cara, pero gozosa. Me encantaba que le diera caladas al cigarro y me " ahumara" la salchicha ( de frankfurt). Todo ese humo mezclado con mi semen, su cara pringada, la ropa de la cama, yo mismo. Eso sí que era mojarse... Como dijo una vez Jose Luís Sacristán: " ¿ el cielo? que se pudiera follar siempre como cuando se tenía veinte años, que ya se podría meter Dios el cielo por donde le cupiese".

    ResponderEliminar
  6. para un gordito el sexo oral tiene una significación especial. Somos de algún modo la chanza infantil del sistema de lo correcto. Se supone que el novamás del sexo es partirle el culo a una mujer. El tópico es la gordita culona con el chaval canijo con el pene largo de novio. Pero también existe la tipología de la chavalita pequeñaja con el gordito grande de pene pequeño. Nos alejamos de los requisitos " atléticos" del sexo. Como dijo Torrente ( Santiago Segura) " una limpieza de sable" porque otra cosa que no sea la limpieza de bajos tiende a agotarnos. A menos que la otra cosa sea que ella te ponga mirando a Cuenca y sea la que te pete. La ventaja del sexo anal de la mujer al hombre es que aunque estés flácido, y sobre todo teniendo en cuenta que muchos strapons tienen dos direcciones de uso al tener un pequeño pene de látex para que ella se lo meta al embestirte, todavía hay muchísima posibilidad de placer para los dos. Si se mira bien, y considerando el aspecto del MORBO ( la esencia del sexo) hay mucho espacio tanto cualitativo como cuantitativo para toda clase de personas en el sexo. Salvo si se siguen al pie de la letra las estrechas pautas conductuales de la tribu.

    ResponderEliminar

Me interesan tus pensamientos, tus deseos y fantasías. No te cortes y cuéntamelos. En mi blog, no existen los tabúes ni las inhibiciones.