"La tengo
pequeña pero juguetona...", me soltó mi cliente mientras pajeaba
infructuosamente su mini miembro, forzando una sonrisa de fingida normalidad.
No era el primer micropene que veía, desde luego. Probablemente, tampoco era yo
la primera puta a la que el pobre hombre acudía para gozar de unos momentos de
intimidad, en los que mostrarse abiertamente sin temor a ser juzgado o
ridiculizado. Acertó plenamente. Creo poder hablar en nombre de todas las
profesionales del sexo cuando afirmo que ninguna de nosotras haría jamás tal
cosa, por humanidad y por -llamémosle-, "ética profesional".
Sabía cómo
manejar el asunto. Cuando aquel humilde apéndice viril alcanzó su cima eréctil
(calculé unos 6 cm., a lo sumo), lo tomé entre mis manos. Mientras lo torneaba
suave pero enérgicamente, recorrí su cuerpo con mi lengua, deteniéndome para
trabajarle las ingles y los pezones. Se encendió como un pajar en Agosto. Había
dejado de centrar su atención en el gran problema de su vida, la fuente de sus
frustraciones, para limitarse a disfrutar de las sensaciones que sus sentidos
recogían y que su mente fabricaba para él. Sabiendo que la penetración era
misión casi imposible, atrapé su pollita entre los labios de mi sexo, de manera
que percibía el calor, la humedad y la presión propias de un coito normal. En
esa posición, además, con cada movimiento suyo estimulaba mi clítoris,
proporcionándome mi cuota de placer. No tuve que fingir el orgasmo, llegué a él
sin gran esfuerzo. Había ganado un cliente para toda la vida: en palabras
suyas, era el polvo más gratificante de su gris vida sexual. Me sentí halagada,
para qué engañarnos.
He tenido que
documentarme un poquito para escribir esta entrada. Mis conocimientos sobre la
materia incluyen una vasta experiencias directas, pero desprovistas del rigor
académico necesario. Muchas de mis afirmaciones son una mezcla de esa
experiencia y de opiniones, confío que guiadas por el sentido común. Lo que no
admite discusión alguna es que el
tamaño del pene sí importa, y mucho, tanto a hombres como mujeres. Y es tan
valorado, que puede impedirle a uno llevar una vida social normal, sexual y
afectivamente hablando.
El tamaño
promedio estándar de un pene en erección es de unos 12-15 cm. ¿Te parece poco?
Pues es lo que hay, chico. El problema reside en las desviaciones extremas de
ese promedio, que pueden llevar a la microfalosomía (micropene) cuando no se superan
los 7 cm. en erección, o la macrofalosomía (macropene) cuando se superan los
22 cm. en erección. En ambos casos, la actividad sexual se puede ver afectada,
tanto física como psicológicamente.
Cuando se habla
del tamaño del pene, se menciona siempre el "síndrome del vestuario", para
dar a entender que la mayoría de hombres que creen tener un pene pequeño, en
realidad lo tienen de medida normal, y que es la comparación inadecuada de su
miembro (con compañeros de vestuario, o con actores porno, por ejemplo), lo que
les lleva a esta creencia infundada que, por otra parte, les genera
insatisfacción y sufrimiento. Aquí cabe recordar aquello de que el órgano sexual más importante
es... el cerebro. Éste es mucho más que un simple aforismo. Encierra tanta
sabiduría, que merece la pena detenerse un poco a pensar sobre ello.
Las soluciones
que ofrece la medicina a los tamaños de pene verdaderamente anormales son
quirúrgicas. No hablamos de magia: se puede aumentar un pene entre 2 y 4
cm, no más. Previamente a la cirugía, el médico debería evaluar si realmente el
paciente es candidato a ella o no (se estima que el 90% de los que se operan no
tienen un tamaño de pene anormal). Si se detecta algún tipo de patología
psiquiátrica o psicológica, el paciente debería ser entrevistado previamente
por un profesional de estas especialidades.
No voy a
extenderme más en detalles que puedes encontrar fácilmente navegando por la
red. Quisiera hacer énfasis en el componente psicológico del sexo. Te aseguro
que es posible gozar y hacer gozar independientemente del tamaño de tu pene. Si
quieres te lo juro. Espero que podamos volver a hablar sobre ello en una nueva
entrada del blog.
Me quiero despedir
dejándote buen sabor de boca, después de haberme puesto tan seria y
académica, con un vídeo de buen humor. Es un fragmento de un episodio de Sexo
en Nueva York, una de mis series favoritas. En este vídeo, Samantha (un
personaje con el que me siento plenamente identificada y al que idolatro), se
lamenta de haber dado con dos hombres con problemas de tamaño de pene pero a
los que adora. Espero que lo disfrutes tanto como yo.
Besos ardientes.