Queridas y queridos, tengo el inmenso placer de avanzaros una noticia que no tenía pensado hacer pública hasta bastante más adelante. Estoy trabajando, a ratos perdidos y desde hace ya un tiempecito, en un libro autobiográfico. La magnífica acogida que me habéis dispensado, así como los cientos de emails que recibo tanto a través del formulario del blog como de mi perfil en Facebook (https://www.facebook.com/irma.ladulce.927) , interesándoos por mí, por todo lo concerniente a mi vida presente y pasada, me han animado mucho a ponerme manos a la obra.
Hoy os presento un fragmento del primer capítulo del libro, así como la portada del mismo. Espero y deseo tenerlo listo para este otoño.
Capítulo 1
FOLLARE HUMANUM EST
Mi gran pasión en la vida, además de la fotografía, es viajar por todo
el mundo. Nada original, me imagino. Cualquier hijo de vecino se dejaría
cercenar media oreja por poder largarse de su deprimente curro de ocho horas de
reponedor de supermercado, y embarcarse en uno de esos cruceros ultramodernos
que te llevan a los principales puertos europeos. Tumbado en cubierta, mecido
por la brisa mediterránea y acariciado por los balsámicos rayos del sol de
junio, se preguntaría, con toda seguridad: “botarate del demonio, ¿cómo has
esperado tanto para tomar las decisiones que te han traído hasta aquí?”. Nuestro afortunado personaje, a continuación,
se respondería a sí mismo: “porque tenía miedo, miedo a arriesgar, a dejar
atrás la falsa seguridad y el cobijo de un trabajo mal pagado, a dejar de ser
un pobre que trabaja…”. ¿Te suena familiar?, ¿te sientes identificado con él?
Si la respuesta es afirmativa, sigue leyendo, porque voy a contarte cómo uno de
esos personajes grises, un pobre que
trabaja, decidió un día romper las cadenas que le ataban a una vida
insatisfactoria, y trazar su propio destino, haciendo aquello que se le daba
mejor y que le apasionaba. Habrás adivinado que hablo de mí misma. Disculpa mi carácter
juguetón y bromista, que advertirás a lo largo de este libro: me encanta buscar
y encontrar el lado festivo a todo; es lo que me ha impulsado siempre hacia
adelante, incluso en los peores momentos de mi vida.
Estuve casada durante diez años. Mi ex-marido, André, ejercía una
profesión que nos obligaba a viajar con mucha frecuencia por todo el
continente: la carrera diplomática. Huelga decir que André no es su verdadero
nombre, como tampoco Irma es el mío. Fuimos un matrimonio con una notable
exposición pública durante el tiempo que duró; la simple revelación de nuestros
nombres de pila asociaría en clave de escándalo mi actual profesión con André,
truncando fulminantemente su carrera. No es que le deba gran cosa, pero no le
guardo rencor alguno; eso iría en contra de mi naturaleza. Fue en esta época
cuando me enganché al placer de viajar, al chute de adrenalina de tomar un
taxi, escasa de equipaje, para subirme a un avión rumbo a un país desconocido
para mí. Fuimos nómadas antes que sedentarios y, si me permites un pequeño
ejercicio de especulación antropológica, el moverte de aquí para allá, sin
domicilio fijo, husmeando en el nuevo escenario sus infinitas posibilidades,
revive en nosotros el cazador trashumante que fuimos. Y yo, quizás más que
nadie, me considero una cazadora muy agresiva, siempre ojo avizor de las
infinitas posibilidades que cada nuevo país ofrece para alimentar mi insaciable
apetito sexual. Ahí es nada. Ve calentando motores, querido lector, porque vamos
a despegar.