lunes, 21 de septiembre de 2015

MULTIORGÁSMICOS


Nada hay comparable a un orgasmo. Quizás un chute de heroína pueda competir con el placer que proporciona el orgasmo, pero es algo que desconozco y un camino seguro hacia la autodestrucción por el que prefiero no caminar. 




Desde muy joven, tras quedar extasiada y desconcertada al mismo tiempo por aquella explosión interna que siguió a mi primera masturbación, me he sentido maravillada por este regalo de la naturaleza, este premio divino que sigue a la realización de un acto sexual, en solitario o acompañada. No cabe duda de que es simplemente una estrategia de la naturaleza para conseguir que intentemos joder como locos y, de este modo, facilitar la continuación de nuestra especie. Pero hecha la ley, hecha la trampa. Desde hace mucho, a Dios gracias (???) y mal que le pese a la Santa (?) Madre Iglesia, somos capaces de tener sexo sin amor y sin intenciones reproductivas, buscando simple y llanamente el goce y el placer.




Imagina mi sorpresa el día que, con apenas diecinueve años recién cumplidos, escuché, en fragmentos de una conversación ajena en el bar de la universidad, la palabra "multiorgásmica". En menos lo que dura un orgasmo -el gran pesar de todos, supongo-, estaba sentada en la biblioteca buscando información. Lo que descubrí fue alucinante:  tanto mujeres como hombres podemos tener orgasmos consecutivos, sin necesidad de tener que esperar todo ese tiempo ("tiempo refractario") de letargo y falta de energía sexual que sobreviene tras un orgasmo. Esta maravillosa experiencia sucede en algunas mujeres de forma espontánea -en hombres es menos frecuente-, pero es posible aprender a conseguirlos. En aquella época, desafortunadamente, era imposible conseguir información práctica sobre la materia, de modo que no me quedó otra que lanzarme a ciegas a la aventura.

Se había abierto para mí un mundo nuevo, pero a la vez, aspiraba a una meta que parecía inalcanzable, una especie de tierra prometida que me obsesionó desde el primer momento.




Probé a masturbarme de otra forma. En cuanto me corría, y tras el calambrazo habitual, insistía en el masajeo. No hubo suerte. Tal vez el onanismo no era el camino correcto. Tiré de agenda, y empecé a contactar con los chicos con los que me había acostado hasta entonces. Les hablé sin tapujos, como suelo hacer siempre:

- ¿Ricky?, soy yo, Irma... sí hace mucho tiempo, sí... oye, tengo algo que preguntarte: ¿te has acostado alguna vez con alguna mujer multiorgásmica? - la respuesta, en todos los casos, era negativa. Ni se habían tirado jamás a una multiorgásmica, ni sabían que existiese algo semejante.

La frustación empezó a rondarme. Ya a la desesperada, acudí a los anuncios clasificados de algunas revistas porno. En ella se ofrecían señores para, "sin compromiso y gratis", dar placer a señoras. Probé con un par. No fue nada especial, sino más bien lo contrario, y ni de coña lograron lo que yo anhelaba. Con el tercero, sin embargo, fue diferente.




Se llamaba Carlos, y debía de acercarse a los cincuenta, casado y con niños. Le solté sin ambages lo que esperaba de él:

- ¿Puedes hacer que me corra varias veces seguidas?

Me miró de una manera especial, con una media sonrisa de complicidad.

- ¿Estás segura de que quieres eso? Tal vez no puedas soportarlo.

Por toda respuesta me desnudé y me lancé sobre la cama de hotel que él había reservado para nosotros. Dedicó más de media hora a prepararme. Me besuqueaba los pezones, y luego descendía con la lengua por el abdomen, para llegar al pubis, por donde se paseaba insinuándose, pero sin abordarlo abiertamente. Cuando notaba que yo me encendía y me aceleraba, y buscaba la penetración, bajaba el ritmo y me susurraba: "aún no, preciosa, no hay prisa...". En un momento dado, profundizó en el cunnilingus, que acompañó de una presión suave alrededor de mi ano. En dos minutos, llegó el primer orgasmo, intenso, controlado, breve pero delicioso.





Como siempre me sucede después de correrme, me desconecté del mundo, mientras experimentaba pequeñas réplicas, "miniorgasmos", algo similar a pequeñas corrientes eléctricas. Sin embargo, Carlos volvió a mí. Una vez más, lamió y mordisqueó mis pezones, y me devolvió al ruedo con unos besos profundos con lengua. Cuando noté su miembro erecto insinuándose junto a mi sexo, me encogí instintivamente. "Uff, espera, espera...", le dije. "Sólo debes aguantar la sensación unos segundos", respondió él. Y sin añadir más, entró dentro de mí, y empezó a moverse lentamente. Los calambrazos duraron poco, y volví a sentirme excitada y receptiva. El segundo orgasmo llegó enseguida, y fue tremendo, desbordante, indescriptible. Aunque pudiera describirlo con palabras, me quedaría corta. 

No hubo un tercero, porque, como Carlos ya me había advertido, tal vez no habría podido soportarlo. Algo más calmada, le regalé una mamada como Dios manda, por los servicios prestados.

En los años que siguieron a aquel encuentro disfruté de la compañía de muchos hombres y mujeres que, de un modo u otro, habían logrado experimentar multiorgasmos, y que eran capaces de ayudar a otros a alcanzarlos. Y sí, yo también lo logré. 

Navegando por internet, he encontrado una guía para hombres que desean llegar al multiorgasmo masculino. Después de echarle un vistazo, creo que recoge todos los consejos y técnicas necesarios para lograrlo con éxito. Se titula EL HOMBRE MULTIORGÁSMICO, CÓMO EXPERIMENTAR ORGASMOS MÚLTIPLES, y os la recomiendo personalmente. Podéis adquirirlo AQUÍ.








Besos morbosos.